Después de leer las anotaciones
de la docente Eladia vino a mi mente una lectura del libro de Rafael
Echeverría “La ontología del lenguaje”
(2011) porque allí habla justamente de los juicios. No quería dejar de citar
este apartado que me parece pertinente para abrir el análisis sobre los juicios de valor:
“Con ellos (los juicios) creamos
una realidad nueva, una realidad que solo existe en el lenguaje. Si no
tuviéramos lenguaje, la realidad creada por los juicios no existiría (…) No
describen algo que existiera antes de ser formulados. No apuntan hacia cualidades,
propiedades, atributos, etc. de algún sujeto u objeto determinado. La realidad
que generan reside totalmente en la interpretación que proveen. Ellos son
enteramente lingüísticos.”(pág.110)
Y me quedo con estas dos frases: “si no tuviéramos lenguaje, la realidad creada por los juicios no
existiría” y La realidad que
generan reside totalmente en la interpretación que proveen” para ilustrar los
ejemplos.
Que un boliviano sea descripto como “trabajador pero sucio” o que el
paraguayo “molesta” parten de un juicio de alguien que, al proferir dicho
juicio, está creando una realidad y con esto, le da un estatus de verdadero.
Sin embargo, siendo un juicio (y por lo tanto una interpretación) su realidad
es insustancial: sabemos que cambiándolo, cambia la realidad y nuestra única
certeza es que nada es verdadero.
No es mi intención entrar en un
terreno filosófico, pero estimo que esa estigmatización que hace, en este caso, el docente del
otro no tiene razón de ser (como tampoco la que pudiera hacer el alumno para con
el docente), porque estaría partiendo de una interpretación de la realidad y no
de la realidad misma. Como diría Nietzsche, “la existencia humana representa un
desafío por definir aquello a lo que se confiere valor”. Y es cierto, somos
seres que estamos permanentemente evaluando.
En consecuencia, llevado al plano
escolar, es imposible que esto no suceda. El docente lleva adelante sus
prácticas inmerso en un mar de preconceptos, prejuicios y representaciones como
muy bien lo ilustra Carina Kaplan en
su artículo “Buenos y malos alumnos”, citando a Tenti:
“El docente construye
representaciones acerca de sus alumnos a partir de las propiedades que
“objetivamente” los caracterizan, pero estas representaciones simbólicas no son
una simple constatación de las mismas ya que en la construcción de
representaciones interviene la subjetividad del maestro, o sea, su propio
sistema de predisposiciones y esquemas de percepción y valoración que son el
resultado de toda su experiencia vital previa” .
El docente, entonces, empieza por
“etiquetar” a sus alumnos a partir de ciertas estructuras mentales propias que
Bordieu llamaría “habitus”(1).
De las citas seleccionadas deseo sacar
en limpio dos cuestiones (aunque hay muchas más). Por un lado, la dicotomía entre lo correcto e incorrecto
medido por el nivel social del otro y en segundo lugar, (y vinculado con lo
anterior) las relaciones de poder entre docente y alumno, como diría Bixio, de “dominación simbólica” (2).
En tanto, en los ejemplos vistos,
hay una clara distinción entre lo normativo y lo incorrecto, lo que pertenece a
la escuela y lo que no, respectivamente. Y por otro lado, encontramos al alumno
“etiquetado” por su lugar de origen, etiquetamiento que observa Carina Kaplan en su artículo:
“Para alguno de estos (los maestros) las dificultades que presenta el
alumno en su aprendizaje pueden atribuirse, en parte, a su pertenencia de
clase”.
A partir de allí, el docente
tiende a evaluar desde el lugar de poder que le otorga su práctica y como
señala Bixio en su artículo: “los agentes educativos, aun sin desearlo, e incluso sin saberlo, se erigen
en delegados autorizados de un determinado grupo social cuya semiótica
privilegiada y privilegiante impone”.
Estas cuestiones se sintetizan
muy bien en el siguiente registro de Eladia que hace un docente:
“el alumno se
identifica con la cumbia villera y la escuela debe estar aparte de eso, a mi
hijo en un tiempo se le había dado por escucharla y se lo tuve que prohibir terminantemente.”
.
Aquí tenemos un
adulto que ejerce su poder prohibiendo un producto lingüístico que considera de
una clase social que no es a la que él pertenece (la de la cumbia villera),
pero a su vez porque no está legitimada por la escuela y como tal es
incorrecta.
Por otro lado, la siguiente cita: “El lenguaje que
utilizan es un código de la calle, no el correcto, parece que hablamos idiomas
distintos”, entraña una vieja
dicotomía entre la oralidad y la escritura, en la cual esta última estaría –en
la representación del docente- ligada a lo correcto.
Boudieu diría al respecto: “es muy posible introducir en la oposición entre lo
escrito y lo oral una oposición que es clásica entre lo distinguido y lo
vulgar, lo sabio y lo popular, de manera que resulta muy probable que lo oral
lleve aparejada toda una atmósfera populista” (pag. 121)
Lo que dejan traslucir estas citas es un divorcio cada
vez mayor entre el docente y el alumno, tal vez motivado por una crisis
lingüística que, como dice Boudieu, no puede separarse la crisis escolar. No
estamos hablando de una ingenua relación de comunicación sino, como diría el
autor mencionado, “la relación de comunicación no es una simple relación de comunicación,
sino también una relación económica en la cual está en juego el valor del que
habla”.
En tanto, el docente como autoridad legítima dentro
del marco escolar asume su papel de portador de un capital lingüístico (3) que
circulará en las situaciones de dominación lingüística como, según Bourdeu, son
las situaciones oficiales (4), conformes a las leyes del mercado que provocan muchas
veces, según el autor, censuras o silencios (5)
En esta circunstancia, la relación de dominación no
puede estar exenta de tensiones. Como señala Bixio: “ toda dominación implica resistencia, la comunicación
no puede ser sino considerada como un espacio de tensiones”. En esa interacción no sólo se pone en juego la
palabra sino también “el valor del que
habla”. Y dentro del marco escolar es el docente el que legitima un discurso y
lo impone. A tal punto que puede incluso decidir qué es bueno o malo para el
otro, como se ve en esta cita de Eladia:
Sí, lamentablemente tienen ídolos negativos, yo luché
para que sacaran una lámina gigante que habían realizado los chicos utilizando
imágenes de Los pibes chorros, era hermosa, pero perniciosa para ellos.”
Creo, desde mi humilde parecer, ateniéndonos a la
situación escolar, estas tensiones entre docente-alumno donde se pone de relieve
el lenguaje siempre existieron. Fue siempre la escuela la que se ha erigido
como el agente que impone el lenguaje estándar, el oficial, el de las
instituciones. Es posible que este lenguaje “choque” con el de la cumbia
villera, por ejemplo, que trae el alumno. Pero es la función de la escuela transmitirle
a este, quizás desde otro lugar, que esa
lengua que parece imponérsele es la lengua que lo integrará y no la que lo
excluye. Pero también el docente tiene que generar un cambio en sus
preconceptos.
Por otra parte, hay que señalar que en otros tiempos,
aquel que ingresaba a la escuela deseaba apropiarse de esa lengua legitimada
por la institución escolar porque sabía que esa era la oficial y que tener
competencia en esa lengua lo integraba socialmente. Hoy es distinto. El docente
no es para el alumno ni para los padres ni para casi nadie una “autoridad -creencia”.
Convengamos que la escuela cumple otros roles sociales. Y creo que acá reside
el tema. Diría Bourdeu:
“para que funcione
el discurso profesoral común, que se enuncia y recibe como algo natural, se
requiere una relación de autoridad –creencia, una relación entre el emisor
autorizado y un receptor dispuesto a recibir lo que aquel dice, a creer que
merece la pena decirse.”
Aunque resulte escéptica mi visión, no creo que esto sea
factible en la escuela de hoy. El
receptor (en este caso el alumno, como el que recibe el discurso legitimado de
la escuela) por distintas cuestiones que son complejas y polémicas, en
realidad, muchas veces no está dispuesto a recibir. Se resiste y no creo que
sea sólo por pertenencia a su determinada lengua y/o cultura. Hay cuestiones de
política de Estado también, que abrirían otro debate.
.
1)
“Estructuras mentales a través de las cuales aprehenden el mundo social,
hacen que los sujetos –los maestros- perciban el mundo –de los alumnos- con
ciertos esquemas que les sirven para organizar sus prácticas”
2)
“determinadas emisiones que consensan construcciones prestigiosas y que se
enuncian en variedad de lengua prestigiosa, invisten al agente de prestigio,
mientras que otros lo devalúan
3)
El capital lingüístico es el poder sobre los mecanismos de formación de los
precios ling¨´isticos, el poder para hacer que funcionen en su propio provecho
las leyes de formación de los precios y así recoger la plusvalía específica”
4)
Las situaciones en las que se ejercen las relaciones de dominación
ling¨´istica, es decir, las situaciones oficiales, son situaciones en las
cuales las relaciones que se establecen realmente, las interacciones, son
conformes a las leyes objetivas del mercado.
5)
Las leyes del mercado ejercen un efecto muy importante de censura en
aquellos que sólo pueden hablar en situación de lenguaje espontáneo (es decir,
indicando que hay que abdicar por un momento de las exigencias ordinarias) y
que están condenados al silencio en las situaciones oficiales, donde están en
juego elementos políticos, sociales o culturales”
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